jueves, 13 de febrero de 2014

Spaguettis para Silvia I y II.

I


Aquí estoy yo, en plena Barcelona, cumpliendo mi sueño de vivir en ella, algo que deseaba desde la primera vez que la visité.

Me llamo Salem, y soy un estudiante de económicas.
En general, soy un chico vago de dieciocho años que vive solo en Barna.
No sé cómo tardé tan poco en irme de casa, siendo tan irresponsable.

Vivo con la esperanza de que Barcelona sea mi primera escala antes de realizar el viaje de mi vida.

Ya he pasado unos meses aquí, nunca pensaría que en cuestión de semanas, se pondría interesante mi vida en mi nueva ciudad.


II


Tenía una sensación extraña, algo iba a pasa, ignoraba si era bueno o malo.


<<Sigue la avenida y en dos calles llegas>>.

Como de costumbre a esas horas, estaría cocinando. El hambre me podía y me motivé en la cocina con la música al máximo.
Yo era un chef en mi pequeño apartamento.

<<¿Cuál era su portal?>>

Me dedicaba a correr por la cocina, ya que si una cosa no se quemaba, lo haría otra.
Nada ni nadie me quitaba la inspiración, excepto el timbre de casa.


-¿Hola?

-¡Soy Silvia!

¿Recordáis esa sensación extraña? Pues ya sabía a que se debía, lo peor es que, seguía sin saber si era bueno o malo...
Yo, como buen anfitrión, no la dejé fuera.


-¿Y esta visita?- le dije al abrir la puerta.

-¡Se dice hola!- venía fuerte la niña- Esvetlana me ha dicho que venga a comer contigo.

-Cuando puedas, dile a tu tía que algún día se la devolveré. Ponte cómoda anda.

-¿Y eso que no has ido a estudiar con mi tita?

-Tenía algunas cosas pendientes.

-¿Cómo mis spaghettis?- dejó caer ella.

-Tú me debes la vida, ¿o no recuerdas cuándo evité que te atropellasen?

-¡Y tú me debes unos spaghettis a la carbonara!- dijo ella sonriendo.

-¡Niña no sonrías!

-¿Por qué?

-Cuando seas mayor te lo explico- quizás sería porqué me gustaba esa sonrisa.


Genial, ahora tenía que cocinar para Silvia, encima es exigente la pequeña.
A saber que le gustará, bueno, yo cocino, yo mando.

-Huele bien, ¿qué cocinas?- preguntaba mientras se dirigía a la cocina.

-Spaghettis a...

-¡A la carbonara!

-Al curry, así que calma.

-¿Para cuándo a la carbonara?- seguía exigiendo.

-El último día que te vea en mi vida, te cocinaré eso.

-Pues espero que sea pronto.

-Nos acabamos de conocer ¿y ya quieres que me vaya? pues vas a comer la comida del perro- le decía mientras servía un plato para perros.


-Que no, que soy buena che.

-¡Lucky a comer!- al gritar eso, mi pequeño perro blanco entró corriendo en la cocina y se chocó contra el cubo de la basura al resbalarse, Silvia se reía de él- si te ríes de mi perro te pongo su comida.

-Por ser malo conmigo, vendré todos los viernes a comer aquí.

-¿Qué he hecho para merecer esto?- le preguntaba mientras miraba al techo.

-Si te encanta.

-Algún día te pondré cianuro en la comida.

-¿Tanto me odias?

-Sólo en mi tiempo libre- me disponía a seguir cocinando- Silvia pon música.

-Vale, pero hazme la comida.


Ahora me tocaba hacer de niñero gracias a mi gran amiga Esvetlana.
Yo me esperaba una tarde tranquila para escribir cosas que sólo tienen sentido para mí.

-Salem, me pongo a jugar con tu consola. decía mientras se sentaba en el sofá.

-Es lo más decente que has dicho desde que entraste en la puerta- yo buscaba algo para entretenerla, y ella había encontrado la respuesta- ¿qué quieres jugar?

-¿Qué me ofreces?

-Si te pongo uno en concreto, seguro que te vas de putas y luego les pagas.

-Pues claro, luego las atropello.

-Eres la coca-cola light de los gangsters.

Le habíamos cogido cierta diversión a jugar. Resultaba un tanto violento, pero pasábamos la tarde.
Estaba casi todo el año sin jugar, ahora viene Silvia y me engancha toda la tarde.
Esvetlana seguía sin venir y era la hora de cenar...



-Niña ¿quieres una pizza?

-¡Eh, sólo soy cinco años menor!- protestaba- no quiero esperar a que la traigan, ni basura precocinada.

-¿Quién ha dicho tal cosa?- le decía indignado- pizza casera, hecha por mí, soy todo un chef, ¿recuerdas?

-Ya, por eso sigo esperando mis spaghettis.

-Te  voy a dejar sin cenar.

-¿Me vas a hacer la pizza o no?- lo intentaba solucionar.

-Ya sabes que hacer- le dije señalando los altavoces.


De nuevo en la cocina, con algo de Hard Rock de fondo, mucho mejor para hacer la masa de la pizza, Silvia se entretenía y yo, ocasionalmente olvidaba su presencia.
Y cómo siempre, cuando más inspirado estaba, el timbre...


-¿Hola?- no sabía en que momento Silvia había abierto la puerta.

-¡Bajar la música!- gritaba un señor canoso de unos sesenta años, era el vecino de arriba.

-¿Quiere pizza?- le decía inseparablemente Silvia.

-¿Qué?- le decía él muy confuso.

-¿Si quiere pizza?- repetía la pequeña.

-No, yo lo que quiero es que ba...

-Entonces adiós- aquella niña de pelo castaño y corto, le había cerrado la puerta, yo no salía de mi asombro.



La pequeña resultaba peleona, lo demostró a ante un señor que le sacaba unos cincuenta años.


Por tercera vez en el día, sonó el timbre, esta vez era Esvetlana que venía a por su sobrina, ya era hora.


-Hola Salem, ¿qué tal se ha portado la niña?- se dirigía Esvet hacia mí.

-Un suplicio, y más con sus spaghettis.

-Eso significa que le caes bien.





@_Wolfmatha