miércoles, 26 de noviembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXII.

XXII

 

 

Vuelta a la rutina, después de unas grandes navidad, que quizás, fueron las mejores que recuerdo. Unas navidades que empezaban con Silvia poniendo su bandera en mi casa como si fuese suya.
Me encontraba frente a una rutina y un vacío, el hecho de pensar que no volvería a hablar con ella, de que no vendría como cada viernes a asaltar mi cocina.
De alguna manera, este piso se me hacía enorme, Sam se había vuelto ya a su casa; Ari, Lee, Marlen volvían también a su rutina, a Esvet la vería en poco, pero, ¿dónde quedaba esa cría gritándole al gato callejero que me habían medio obligado a adoptar?
Me tocaba volver a las clases de la universidad sin muchas ganas, pero era hora de volver a la realidad en un frío enero.
Amanecía lunes, primero de muchos del día a día, iba a clase junto a Esvet, ambos muy en silencio. No decíamos nada de Silvia, no decíamos nada de nada.
Llegamos a clase y se me había hecho eterno el tiempo que estuve sin ver a aquel profesor un tanto viejo y de pelo canoso, quizás desde el concierto, todo me parecía tan lejano, como si hubiese pasado una decada.


-Señor Salem, cuanto tiempo.

-Profesor

-Bueno, prosigamos con la clase de economía...


Creo que llevaba una vida sin dar una clase, las vacaciones eran interminables, quizás no tenía ganas de acabarlas, y menos de tal manera.
Todo iba a camara lenta a mi alrededor, acabé en una dimensión un tanto rara. Me había quedado muy en blanco.


-Salem, eh, despierta.

-Joder, ¿me he dormido?

-No, parecías un poco drogado- Esvet ya recogía todas sus cosas.

-¿Cuál es la siguiente clase?

-Salem, ya hemos acabado todas por hoy.

-Uf, Esvet, me quedaré la tarde en la biblioteca. Siento no acompañarte.

-No pasa nada, hasta mañana.


Me fui a la biblioteca de la univerdad, y la verdad es que no sé para qué fui, estaba muy cansado para hacer algo, aunque no me hubiese enterado de que había pasado toda la mañana.
Lo más seguro es que me pusiese a leer, necesitaba despejarme, era un día de quedarme perdido en el infinito, de mirar hojas en blanco sin ninguna palabra escrita, aunque hubiesen miles.
Al volver en mí, era de noche, todo muy oscuro y no sabía ni la hora.
Al darme una vuelta por la biblioteca, sólo encontré a una vieja que trabajaba en la cafetería, que ya estaba cerrando.


-Rebeca, ¿me puedes decir la hora?

-Claro, son las once.

-Joder, muchas gracias.


Había perdido la noción del tiempo y si fuera poco, había perdido todos los buses y metros para volver a casa, y era un largo camino.
Mientras volvía a casa, miraba las estrellas, bueno las pocas que habían, recordaba aquellas constelaciones que estudié hace años, fue la única vez en mi vida que saqué un diez de nota.
Al poco rato un coche para al lado mía.


-Hey, ¿quieres que te acerque a algún lugar?- era Rebeca.

-Vale gracias- me subí al coche y sonaba una canción que llevaba años sin escuchar.

-¿A dónde te llevo gato?- le gustaba acelerar lo más que podía por las calles de Barna- ¿a dónde te acerco?

-Cerca del barrio de Gracia, si puedes.

-Claro, vivo por allí, ¿has perdido todos los metros?

-Sí, me he quedado en blanco como nunca.

-Ya lo he visto alguna que otra vez cuando he entrado a la biblioteca, ¿es por algo en particular?

-Nada serio.

-Hay veces que ciertas situaciones joden y no sabes como reaccionar, a veces, te quedas en blanco.

-Pues algo así.


Pasamos el trayecto escuchando música, alguna canción de Calle 13 como La vuelta al mundo, me resultaba entretenido.
Me enteré que vivía a dos calles de mí, y en mi vida la había visto en el barrio.
Llegamos a mi calle, me ahorré casi una hora caminando, me había salvado de una buena caminata.


-Bueno Salem, nos vemos en la uni algún día.

-Encantado y gracias.


Se fue y yo subí a mi piso, me recibieron mi perro y el gato, aquel gato negro violento y con instintos asesinos, que de alguna manera, se había vuelto cariñoso.
 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXI.

XXI

 

Dos días después de aquel concierto de año nuevo en el Liceo con Silvia, me había ido un fin de semana con Samuel a Madrid, nos habíamos ido a un par de conciertos y volvimos el domingo.
Al llegar se veía la casa muy vacía, se echaba en falta a Silvia, que ya había vuelto a su casa, después de estar una semana viviendo conmigo.
Decidí llamarla, pero no me contestaba, me colgaba siempre. Entonces decidí llamar a Esvetlana, a ver que pasaba.


-Dígame- se le escuchaba recién despierta a Esvet.

-Aloja, soy Salem.

-¿Qué pasa gato?

-¿Y Silvia?, la he llamado pero no me lo coge, pasa de mis llamadas.

-Está cabreada contigo, no sé la razón, espera te la paso.

-Vale.

-¿Hola?- se le escuchaba cabreada a la pequeña.

-¿Silvia, qué pasa?

-Nada, no me pasa absolutamente nada.

-Venga Silvia, dímelo.

-Fui a tu casa este fin de semana, y no estabas. Luego me encontré con tu vecina, me dijo que siempre iban chicas a tu casa, que siempre estás con muchas.

-¿Pero qué?

-Decidí irme, no quería ser una de sas, ni parecerlo.

-Pero Silvia, te has pasado todos los fines de semana en mi casa, desde que salías de clase los viernes, te ibas a comer y pasabas la mayoría del tiempo allí.

-Prefiero no hablarte Salem.

-Silvia, ¿estás segura?

-Sí, no quiero ser como las otras.

-La verdad es que no eres como nadie, eres tan tú, tan única.

-Déjalo, prefiero no verte.

-Vale Silvia, es lo que tú quieres.

-Adiós- me colgó, sin más.


La pequeña se había marchado bruscamente de mi vida, dejando un tremendo vacío y soledad en mí.
Me quedé en el sofá durante horas, sin hacer otra cosa que no sea estar con Coco y Salem Junior, aqueñ gato negro, callejero y violento.
De alguna manera, esos animales me hicieron compañía, como si fuesen conscientes del vacío que tenía.
El año empezaba de la peor manera posible. Solo, con el piso vacío y oscuro, sin esa alegría y locura de Silvia.

martes, 11 de noviembre de 2014

Spaghettis para Silvia XX.

XX.

 


-¡Feliz año!

-¡Silvia cállate!- Marlen con resaca le había tirado un cojín a la cara.


Silvia y yo éramos los únicos en despertar, yo como cada año decidí poner la canción que para mí daba la bienvenida, puse el disco y subí el volumen al máximo.



-Ahora sí, así se empieza el año.

-¡Salem, cabronazo!- me gritaba Lee mientras hundía la cara en lo más profundo del sofá.

-Eh, en mi casa el año nuevo no es oficial hasta que suena la Marcha Radetzky de Johann Strauss, así que a dar palmas todos, coño.

-Salem, eres cruel.

-Lo sé Silvia, ahora coge dos cazerolas y empieza a golpearlas al ritmo de la música.


Desde hace unos años, me gustaba empezar el año con esa canción, siempre que podía, y no tenía resaca claramente, me iba al concierto de año nuevo los uno de enero, para empezar el año con esta canción.
Después joder a todos con sus resacas, me había preparado para ir con Silvia al concierto de año nuevo al Liceo de Barcelona, las entradas me habían costado lo suyo.


-Silvia, vístete que nos vamos al concierto de año nuevo.

-Pero, yo quería joder a estos.

-Venga, que vamos a desayunar y luego al concierto.


Al poco tiempo nos habíamos ido de casa intentado ir "elegantes" al Gran Liceo de Barcelona, íbamos igual de elegantes que la noche anterior, menos mal que no teníamos resaca.
Nos fuimos a desayunar lo típico de cada mañana de año nuevo, churros con chocolate, éramos unos tradicionales.


-Esto de desayunar en una churrería de calle y luego ir a un gran teatro, es de gente normal.

-¿Querías ir a una churrería cara?, te jodes.

-Cállate.


Después del desayuno íbamos caminando por las calles de Barcelona, por suerte el teatro estaba cerca.
Como me conocía las calles, le hice ir por las más bonitas, buena manera para empezar el año. Jugando con el vaho del frío de la ciudad, evitando ser atropellados, para variar.



-Ya hemos llegado Silvia.

-Joder, esto está lleno de gente pija.

-Toda esa gente pija se pondra a hacer palmaditas como niños pequeños cuando suene la Marcha Radetzky.

-Mola, yo quiero.

-Venga, sube a mi espalda, que entramos al teatro como si fueses una niña pequeña.

-¡Voy!