martes, 16 de diciembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXV.

XXV




-Silvia, es Salem, ¿le digo que suba?

-Claro. -le decía a Svet medio dormida.


Salem, Salem... ¡Oh joder, había quedado con él para ir a la playa! cosa que no me parece muy normal en pleno invierno, pero por él...


-Buenos días niña, ya es hora de que despiertas -
Dice él con una sonrisa de oreja a oreja.


No hay Dios que entienta al chico este... Invierno, pantalón corto, ganas de ir a la playa... O de escabullirse para no cocinarme los spaghettis.



-Buenos días- digo malhumorada, como cada mañana.

-¿Preparada para bañarte?

-Sí vamos, me tiembla el cuerpo de la ilusión que me hace.



Hoy habíamos cambiado los papeles, el niño con ilusiones era él y la seria, yo, que en parte tenía su gracia.
Cogemos el bus y nada más vernos, Rebeca grita desde los últimos asientos:



-¡Parejita!- nos acabábamos de encontrar a Rebeca en el bus y se había ilusionado de verme con Salem los dos juntos.

-Rebeca...- Salem la intentaba calmar, ocasionalmente era tímida, cosa muy rara

-¿Dónde vais?

-Mira que eres cabezona, más que Silvia- el muy cabrón aprovechaba para soltarme pullas.

-¿Vais solos? ¿Viaje romántico en bus? Vale, ya me callo.

-Buena chica, en otro momento te doy otra galleta.



Cuando llegamos a la playa, sin Rebeca, lo primero que hacemos es colocar nuestras cosas y sin nadie a nuestro alrededor Salem se dispone a cogerme en brazos para tirarme al agua y, por más que me resista, lo consigue pero el cae seguido seguidamente. Fail.



-¡Joder! Qué fría está el agua, como te odio.

-Yo también te adoro Silvi.

-Sabes que en lo más profundo de tu ser me adoras más que a nadie. Aunque sea un poquitín.

-No te cansarás de repetirlo...


Las olas nos tiraban cada dos por tres y ya estábamos tiritando así que decidimos salir, vestirnos y sentarnos en la arena. Cojo una toalla y me la envuelvo por encima de los hombros cual manta, hasta por encima de la cabeza, me quedo callada mirando al mar y me apoyo en Salem.


-Silvia, eres la niña más rara que he conocido.


Capítulo escrito por @sylviarubio_

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXIV.

XXIV

 

 

Tres un mes medio de invierno medio abandonado, me volví a encontrar con Silvia, todo volvía a ser perfecto después de ese abrazo nada mas girar la calle.
Después de aquel momento, estuve horas aguantando a Rebeca diciendo que Silvia era perfecta para mí, y que tendría que acabar saliendo con ella.
Por suerte ya era sábado por la mañana, una mañana que dedicaba a estar tirado en el sofá con el gato, ese salido del infierno y que se había vuelto cariñoso.
No me dedicaba a otra cosa que no fuese ver Shin Chan y comer cucharas bien cargadas de dulce de leche, todo es paz hasta que...como siempre, suena el timbre cuando más tranquilo estoy.


-¿Hola?

-¡Silvia!- la niña me dejaba sordo al otro lado del telefonillo.

-¿Qué?- no me quedó otra que arriesgar con abrirle.


Al entrar al piso, lo primero que hizo fue pasar de mí y dedicarse a saludar al gato y al perro. Me sentía abandonado.
Pero era tan bonita la escena de ella sentada en el suelo jugando con mis mascotas.


-Se nota el cariño que me tienes que pasas de mí.

-Salem por favor, ¿desde cuando te tengo cariño?

-No sé ni por qué te abro, por cierto, el gato se suponía que era un regalo para ti, ¿por qué está conmigo?

-Para arañar a todas las tías que quieran entrar aquí.

-¿Celosa de alguien, quizás de Rebeca?

-¿Yo?

-No, tú para nada celosa, además, ella tiene novia.

-Yo también quiero.

-¿Novio?

-Novia.

-Eres tan rara Silvia.

-Me adoras.

-Si en la ignorancia eres feliz.


Después de jugar con Coco y Salam, el gato negro al cual le había puesto mi nombre, se tiró en mi sofá grande, apoderándose totalmente de él y sin dejarme espacio.


-Eh, vale que arrases la nevera, pero mi sofá es mi reino.

-Calla, no le hables así a la reina.

-Dios, ¿qué he hecho yo para merecer esto?

-Dios soy yo.

-No, tú eres Lucifer, y aún así me quedo corto.

-¡Oye!

-¿¡Qué!?

-Que tengo hambre, dame algo.

-Eh, el trato era que vinieses los viernes a medio día, hoy es sábado y son las diez de la mañana.

-Me da igual, yo mando.

-Echaba de menos tu ego.

-¿Mucho?

-¿A tu ego o a ti?

-¿Ambas cosas?

-Tu ego es tan grande como tú.

-Lo sé.


Al menos fue buena chica y me dejó hueco en el sofá, así que me senté con ella, poco duró sentada, se tumbó y usó mi regazo de almohada, hacía lo que quiciese conmigo, lo odiaba y me encantaba.


-Salem.

-¿Qué pasa Silvia?

-¿Me echabas de menos?

-¿Te miento o te digo la verdad?

-Miénteme, que se te da bien.

-Pues no, no te echaba de menos, era feliz sin ti, ni el gato ni el perro te echaban de menos.

-¿Mientes?

-Miento.

-¿Qué echabas más de menos?

-A ti, sentada sobre la encimera mientras cocinaba, a ti sentada en la mesa esperando la comida como una buena niña.

-Salem, hablando de comida, ¿y mis spaghettis a la carbonara?

martes, 2 de diciembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXIII.

XXIII

 

 

Era principios de febrero, mi vida había seguido igual de monótona, lo único bueno era qué me había vuelto a encontrar con Rebeca aquella noche de enero en la biblioteca, y desde ese día, me había acostumbrado a ir con ella. A veces estábamos los dos solos, otras veces estaba su novia y los tres lo pasábamos bien.
Esta tarde saldría a dar una vuelta por el centro con Rebeca, luego iríamos de cena con su novia y una amiga suya.
Hacía frío, y las calles ya no tenía los adornos de navidad, pero aún así, las calles de la ciudad tenía mucha luz, mucha gente de un lado a otro.
Rebeca iba con un gorrito pequeño tapando parte de su largo pelo castaño, en las manos llevaba un café, más que para beber, lo usaba para calentarse las manos.
Nos dedicábamos a zigzaguear entre la multitud, viendo a ver cual de los dos era el primero en chocar con alguien y acabar pidiendo perdón.


-Sonríe cabezón- era lo qué más me repetía ella el último mes.

-Ya lo hago.

-Eso es muy poco, me merezco una mejor sonrisa.

-Bueno, me lo pensaré.

-Venga hombre, que tú siempre has sido feliz, no sé como cojones lo haces, pero siempre te veo de buen humor.

-Se hace lo que se puede, ¿para qué voy a estar mal?

-Y menos por alguien que se fue de tu vida hace un mes.

-Bueno, si es lo mejor para ella.

-Lo mejor para cualquier persona, tenlo claro, eres tú.

-Ya podrías ser mi novia, ¿hay posibilidades de cambiarte de acera?

-Tú siempre, otra cosa es que Laura te castre.

-Tranquila, te adoro a ti y a tu novia.

-Mentira, a ti lo que más te gusta es compartir gustos con nosotras.

-También.


Pasaban las horas y ya había anochecido, trataba de seguir el gorrito de Rebeca entre la multitud, a veces nos perdíamos mutuamente entre tanta gente.
Nos paramos unos minutos ya qué me había encontrado a dos amigas, Rebeca se presentó y se sentó con una de ellas, yo me quedé hablando con una de ellas, con la cual había algo de roce.
Diez minutos después nos despdedimos con un abrazo, Rebeca y yo seguimos con nuestro camino.


-Es muy guapa, me gusta para ti.

-¿Para mí o para ti?

-Para ti, que yo ya tengo a mi sociópata.

-No llames eso a tu novia.

-¡Juro que la quiero!. Bueno, ¿harás algo con ella?

-No, no quiero nada.


Ella intentaba siempre juntarme con alguien, era  lo que se dedicaba la mayoría de las veces que quedaba conmigo.
Solamente había pasado minuto y medio desde que me despedí y habíamos recorrido una avenida cuando giramos una esquina y allí estaba ella...


-¡Salem!- no me había dado tiempo a reaccionar y ya tenía a Silvia enganchada a mí, ni ella podía dejar de abrazarme, ni yo a ella.

-Joder, que recibimiento.

-¿Qué, es tu nueva follamiga?- se había fijado en Rebeca, y eso me lo había dicho al oído mientras aún me abrazaba.

-Joder Silvia, no- no pude evitar reírme- ella es Rebeca una de mis mejores amigas.

-Hola- Rebeca ponía cara de buena y sonreía, así siempre caía bien- encantada.


Me había sorprendido encontrarme a Silvia con Esvet y un viejo amigo por el centro, lo qué más me había sorprendido, era el abrazo que me dió Silvia nada más girar la esquina.
Cruzamos la calle y nos quedamos en unos banco hablando Silvia, Esvet, Rebeca y yo.
A los pocos minutos, una amiga me llamaba a lo lejos, me aparte un poco a saludarla y a hablar con ella mientras Rebeca conocía a Silvia y a Esvet.
Unos cinco minutos después venía Silvia para decirme que fuese con ellas.


-Salem vente- ella me tiraba del brazo intentado llevarme.

-Un minuto y me despido.

-¡Que vengas!- después de eso me dió una patada, no me quedo otra que despedirme e irme con Silvia al banco.


Ella se sentó y yo me puse en cuclillas delante de ella, me apoyé en sus piernas y no podía dejar de mirar a sus ojos azules.
Era algo muy bonito, poco más, y en la escena faltaba un anillo.
Me gustaba quedarme mirando a Silvia a los ojos, cuando lo hacía, al poco rato ella se reía.


-¡Salem, que temos que ir a la cena!

-Joder, es verdad; Silvi nosotros tenemos que irnos.

-¿Tan pronto?

-Sí, teníamos una cena ya pendiente.


Me dió un abrazo, claramente yo no quería soltarla, pero teníamos prisa, bastate, que la novia de Rebeca siempre nos decía llegábamos tarde a todo, así que apostabamos a qué hoy no lo haríamos.
Rebeca y yo nos fuimos corriendo para evitar pagar la cena, pero poco me importaba después de haberme encontrado a Silvia después de un mes.


-¡Salem, me encanta!

-¿Qué o quién?

-Silvia, es monísima, se ve que está muy enamorada de ti, y tú de ella.

-Calla y corre.

-Que sí joder, yo quiero que acabes estando con ella- Rebeca buscando siempre lo mejor para mí...

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXII.

XXII

 

 

Vuelta a la rutina, después de unas grandes navidad, que quizás, fueron las mejores que recuerdo. Unas navidades que empezaban con Silvia poniendo su bandera en mi casa como si fuese suya.
Me encontraba frente a una rutina y un vacío, el hecho de pensar que no volvería a hablar con ella, de que no vendría como cada viernes a asaltar mi cocina.
De alguna manera, este piso se me hacía enorme, Sam se había vuelto ya a su casa; Ari, Lee, Marlen volvían también a su rutina, a Esvet la vería en poco, pero, ¿dónde quedaba esa cría gritándole al gato callejero que me habían medio obligado a adoptar?
Me tocaba volver a las clases de la universidad sin muchas ganas, pero era hora de volver a la realidad en un frío enero.
Amanecía lunes, primero de muchos del día a día, iba a clase junto a Esvet, ambos muy en silencio. No decíamos nada de Silvia, no decíamos nada de nada.
Llegamos a clase y se me había hecho eterno el tiempo que estuve sin ver a aquel profesor un tanto viejo y de pelo canoso, quizás desde el concierto, todo me parecía tan lejano, como si hubiese pasado una decada.


-Señor Salem, cuanto tiempo.

-Profesor

-Bueno, prosigamos con la clase de economía...


Creo que llevaba una vida sin dar una clase, las vacaciones eran interminables, quizás no tenía ganas de acabarlas, y menos de tal manera.
Todo iba a camara lenta a mi alrededor, acabé en una dimensión un tanto rara. Me había quedado muy en blanco.


-Salem, eh, despierta.

-Joder, ¿me he dormido?

-No, parecías un poco drogado- Esvet ya recogía todas sus cosas.

-¿Cuál es la siguiente clase?

-Salem, ya hemos acabado todas por hoy.

-Uf, Esvet, me quedaré la tarde en la biblioteca. Siento no acompañarte.

-No pasa nada, hasta mañana.


Me fui a la biblioteca de la univerdad, y la verdad es que no sé para qué fui, estaba muy cansado para hacer algo, aunque no me hubiese enterado de que había pasado toda la mañana.
Lo más seguro es que me pusiese a leer, necesitaba despejarme, era un día de quedarme perdido en el infinito, de mirar hojas en blanco sin ninguna palabra escrita, aunque hubiesen miles.
Al volver en mí, era de noche, todo muy oscuro y no sabía ni la hora.
Al darme una vuelta por la biblioteca, sólo encontré a una vieja que trabajaba en la cafetería, que ya estaba cerrando.


-Rebeca, ¿me puedes decir la hora?

-Claro, son las once.

-Joder, muchas gracias.


Había perdido la noción del tiempo y si fuera poco, había perdido todos los buses y metros para volver a casa, y era un largo camino.
Mientras volvía a casa, miraba las estrellas, bueno las pocas que habían, recordaba aquellas constelaciones que estudié hace años, fue la única vez en mi vida que saqué un diez de nota.
Al poco rato un coche para al lado mía.


-Hey, ¿quieres que te acerque a algún lugar?- era Rebeca.

-Vale gracias- me subí al coche y sonaba una canción que llevaba años sin escuchar.

-¿A dónde te llevo gato?- le gustaba acelerar lo más que podía por las calles de Barna- ¿a dónde te acerco?

-Cerca del barrio de Gracia, si puedes.

-Claro, vivo por allí, ¿has perdido todos los metros?

-Sí, me he quedado en blanco como nunca.

-Ya lo he visto alguna que otra vez cuando he entrado a la biblioteca, ¿es por algo en particular?

-Nada serio.

-Hay veces que ciertas situaciones joden y no sabes como reaccionar, a veces, te quedas en blanco.

-Pues algo así.


Pasamos el trayecto escuchando música, alguna canción de Calle 13 como La vuelta al mundo, me resultaba entretenido.
Me enteré que vivía a dos calles de mí, y en mi vida la había visto en el barrio.
Llegamos a mi calle, me ahorré casi una hora caminando, me había salvado de una buena caminata.


-Bueno Salem, nos vemos en la uni algún día.

-Encantado y gracias.


Se fue y yo subí a mi piso, me recibieron mi perro y el gato, aquel gato negro violento y con instintos asesinos, que de alguna manera, se había vuelto cariñoso.
 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXI.

XXI

 

Dos días después de aquel concierto de año nuevo en el Liceo con Silvia, me había ido un fin de semana con Samuel a Madrid, nos habíamos ido a un par de conciertos y volvimos el domingo.
Al llegar se veía la casa muy vacía, se echaba en falta a Silvia, que ya había vuelto a su casa, después de estar una semana viviendo conmigo.
Decidí llamarla, pero no me contestaba, me colgaba siempre. Entonces decidí llamar a Esvetlana, a ver que pasaba.


-Dígame- se le escuchaba recién despierta a Esvet.

-Aloja, soy Salem.

-¿Qué pasa gato?

-¿Y Silvia?, la he llamado pero no me lo coge, pasa de mis llamadas.

-Está cabreada contigo, no sé la razón, espera te la paso.

-Vale.

-¿Hola?- se le escuchaba cabreada a la pequeña.

-¿Silvia, qué pasa?

-Nada, no me pasa absolutamente nada.

-Venga Silvia, dímelo.

-Fui a tu casa este fin de semana, y no estabas. Luego me encontré con tu vecina, me dijo que siempre iban chicas a tu casa, que siempre estás con muchas.

-¿Pero qué?

-Decidí irme, no quería ser una de sas, ni parecerlo.

-Pero Silvia, te has pasado todos los fines de semana en mi casa, desde que salías de clase los viernes, te ibas a comer y pasabas la mayoría del tiempo allí.

-Prefiero no hablarte Salem.

-Silvia, ¿estás segura?

-Sí, no quiero ser como las otras.

-La verdad es que no eres como nadie, eres tan tú, tan única.

-Déjalo, prefiero no verte.

-Vale Silvia, es lo que tú quieres.

-Adiós- me colgó, sin más.


La pequeña se había marchado bruscamente de mi vida, dejando un tremendo vacío y soledad en mí.
Me quedé en el sofá durante horas, sin hacer otra cosa que no sea estar con Coco y Salem Junior, aqueñ gato negro, callejero y violento.
De alguna manera, esos animales me hicieron compañía, como si fuesen conscientes del vacío que tenía.
El año empezaba de la peor manera posible. Solo, con el piso vacío y oscuro, sin esa alegría y locura de Silvia.

martes, 11 de noviembre de 2014

Spaghettis para Silvia XX.

XX.

 


-¡Feliz año!

-¡Silvia cállate!- Marlen con resaca le había tirado un cojín a la cara.


Silvia y yo éramos los únicos en despertar, yo como cada año decidí poner la canción que para mí daba la bienvenida, puse el disco y subí el volumen al máximo.



-Ahora sí, así se empieza el año.

-¡Salem, cabronazo!- me gritaba Lee mientras hundía la cara en lo más profundo del sofá.

-Eh, en mi casa el año nuevo no es oficial hasta que suena la Marcha Radetzky de Johann Strauss, así que a dar palmas todos, coño.

-Salem, eres cruel.

-Lo sé Silvia, ahora coge dos cazerolas y empieza a golpearlas al ritmo de la música.


Desde hace unos años, me gustaba empezar el año con esa canción, siempre que podía, y no tenía resaca claramente, me iba al concierto de año nuevo los uno de enero, para empezar el año con esta canción.
Después joder a todos con sus resacas, me había preparado para ir con Silvia al concierto de año nuevo al Liceo de Barcelona, las entradas me habían costado lo suyo.


-Silvia, vístete que nos vamos al concierto de año nuevo.

-Pero, yo quería joder a estos.

-Venga, que vamos a desayunar y luego al concierto.


Al poco tiempo nos habíamos ido de casa intentado ir "elegantes" al Gran Liceo de Barcelona, íbamos igual de elegantes que la noche anterior, menos mal que no teníamos resaca.
Nos fuimos a desayunar lo típico de cada mañana de año nuevo, churros con chocolate, éramos unos tradicionales.


-Esto de desayunar en una churrería de calle y luego ir a un gran teatro, es de gente normal.

-¿Querías ir a una churrería cara?, te jodes.

-Cállate.


Después del desayuno íbamos caminando por las calles de Barcelona, por suerte el teatro estaba cerca.
Como me conocía las calles, le hice ir por las más bonitas, buena manera para empezar el año. Jugando con el vaho del frío de la ciudad, evitando ser atropellados, para variar.



-Ya hemos llegado Silvia.

-Joder, esto está lleno de gente pija.

-Toda esa gente pija se pondra a hacer palmaditas como niños pequeños cuando suene la Marcha Radetzky.

-Mola, yo quiero.

-Venga, sube a mi espalda, que entramos al teatro como si fueses una niña pequeña.

-¡Voy! 
 

jueves, 16 de octubre de 2014

Spaghettis para Silvia IXX.

IXX.

Había llegado fin de año, Silvia y yo nos dirigíamos al pub para una cena privada para los de siempre y acabar tomando allí las doce "uvas".
Íbamos solos en metro, escuchando música con un auricular cada uno, a veces se ponía a cantar y me gustaba.
Al salir de la boca del metro, nos esperaban las maravillosas luces navideñas de la ciudad, yo me quedaba ciego de tanta luz, ella en cambio, se maravillaba.
Llegamos al pub y ya estaban Samuel y Ari, esta última había vuelto a su casa después de navidad y se libró de las inocentadas putadas, pero volvía a pasar noche vieja con nosotros.


-Salem, ¿quieres una cerveza?- Sam se acercaba con una Guinness en la mano.

-Es lo más bonito que han hecho por mí en la vida, ven aquí bonico- le hice la coña de siempre, acariciarle la barbilla como si fuese un perro, él reaccionaba casi como uno.

-Que gays.

-Silvia, cálmate.


Los demás empezaban a llegar; Esvet, Lee, Pato y Marlen. Nos sentíamos en familia, quizás porque pasábamos demasiado tiempo juntos últimamente.
Entonces empezaron a correr las cervezas y a hablar de anécdotas de nuestras vidas, cosas muy raras.


-Eh Sam, ¿te acuerdas cuando tu madre nos estaba echando la bronca y tú escondido entre las sábanas de tu cama mirando de reojo?

-Tío, fue el momento más duro de mi vida.

-¿A quién se le ocurre tirarse un pedo cuando su madre le echa la bronca?

-Fue la tensión del momento...

-¿Te acuerdas también cuando te tiraste un pedo delante de tu ligue?

-Me había olvidado de que estaba delante.

-Samuel, eres un cerdo- le decía Pato.


Seguíamos con gracias del pasado, recordando cosas juntos que siempre serán para el recuerdo.


-Salem.

-Dime Sam.

-Te acuerdas cuando hiciste llegar a todo un instituto tarde excepto a ti y a mi, ¿recuerdas la cara de la gente al verte llegar al instituto?

-Fue un error de imprenta.


Cenábamos y bebíamos todos a gusto, casi olvidando que faltaba poco para las campanadas. Perdíamos toda noción del tiempo, era divertido.


-Pato, ¿nos cantas algo?

-Salem no.

-Va, que me gusta escucharte.

-Quizás cuando vaya algo bebida, sigue contando anécdotas.

-Pues verás, estábamos Sam y yo en un ferry con destino a Roma, y le convencía para hablar con dos chicas.

-Sam, nenaza.

-Amonestación para Esvetlana, sigo. Le concenví y luego me costó convencer a las dos chicas.

-Y lo hizo, con un par.

-Gracias por la aportación Sam. Nos pusimo a bailar y no había pasado ni un minuto, cuando Sam desapareción y la chica con la que yo estaba bailando también, de pronto la hica de Sam había caído al suelo, le estaba dando un ataque de epilepsia.

-¿Y Samuel se fue?- Marlen estaba concentrada.

-Sí.

-Sam, nenaza.

-Punto positivo para Marlen. Entonces todo el mundo se apartó y nadie hizo nada, yo me tiré al suelo a ayudarla porque estaba temblando y se daba golpes en la cabeza, también le metí los dedos en la boca.

-Salem eres un cerdo- Pato no me dejaba seguir.

-Joder, era para que no se tragase la lengua. Me puse a gritar que quien era de su insituto, pero nadie respondía. Cuando llegó el médico, un tanto lento, me aparté y vi que sus compañeros estaban detrás de mí, callados.

-Salem, héroe.

-Silvia, que a ti te salvé el mismo día que te conocí.

-Pero porque yo lo valgo.


Seguíamos con nuestras historias, cada vez más cerca de las campanadas, pero ya estabamos listos para acabar el año.

-Vamos chicos, que tocan las "uvas"

-Sam, ¿por qué dices uvas de manera rara?

-Porque Salem quiere empezar una nueva tradición, en lugar de uvas, serán doce chupitos.

-Salem, estás muy mal- Marlen se indignaba, pero le gustaba la idea.

-Gracias público.

A penas quedaban cinco minutos para las doce y decidí decir unas palabras, esta costumbre la había cogido de mi madre, que siempre organizaba todo y decía algo bonito antes de las uvas y de beber más.


-Bueno chicos, no voy a decir que ha sido un buen año, porque no, no. Pero si diré que han sido unos cuatro meses geniales desde septiembre en los que habéis asaltado mi casa.

-Especialmente yo.

-Todos sabemos que eres especial Silvia.

-¡Oye!- se indignaba.

-No sabemos lo que puede pasar este año, quizás cosas más raras que perseguir a un pavo en el metro, quien sabe. Quizás, después de todo, lo único que deseo, es que sigamos igual.

-¿De idiotas?

-Especialmente tu Sam, a lo que iba. Esto es como una familia que se asenta sobre estupideces juntos. Mi deseo es ese, permanecer juntos hasta que se puede.

-O hasta que acabéis en la cárcel.

-Gracias por desearnos suerte Ari, y que sepas que eres bienvenida siempre. Bueno, gracias por el año y no os atraganteis con las uvas.

-Jaja, cachondo- Pato siempre indignada.

Faltaban segundo y ya había servido doce chupitos a cada, entonces empezaron a sonar...

-¡Salem no, que son los cuartos!

-¡Ya lo sé, por eso me he servido dieciseis chupitos!

-¡Maldito alcoh...!

-¡Que empieza!



Ya está, habiado empezado el año con un buen sabor de boca, al menos para mí, otros casi se mueren en el intento. Sam agitó una botella de cava y la abrió con violencia para que mojase a todos.
No sé en que momento Silvia me abrazó por la espalda y me dijo de una manera tan dulce...


-Feliz año, Salem.

jueves, 9 de octubre de 2014

Spaghettis para Silvia XVIII.

XVIII.



-Salem, ¿tú recuerdas cuando nos conocimos?

-¿Por qué lo preguntas Silvia?

-No sé, era curiosidad por saber que pensaste en aquel instante.

-Recuerdo mucho de aquella noche, lo único que no recuerdo es cuando me puse a hablar contigo.

-Como pasa el tiempo, ¿verdad?

-Silvia, sólo han pasado ocho meses.

-Va, cuéntame como viviste esa noche.

-No, que casi te traumas, bueno, casi nos traumamos los únicos tres que no habíamos bebido.

-Venga, te prometo ser buena el resto de la noche.

-Si me prometes eso, todo empezó una tarde de abril...



"Otra vez sábado, no tengo ni idea de qué hacer esta noche, me quedaré a hablar con algunos amigos y ya surgirá algo.
Pasaba el rato, y éramos unas quince personas en una plaza, cada grupo a su cosa, yo me dedicaba a vacilar a una amiga porqué llevaba un piercing en la nariz de pega, me resultaba gracioso.

-Niña, eres una cobarde, yo me hice ese piercing y sufrí, eres un fraude.

-Salem no me vaciles, que lo intenté y me dolió.


Pababa la tarde y en un momento, vi a una chica preciosa; era alta, pelo castaño corto hasta los hombros, unos ojazos azules que atontaban y sí, era muy sexy. A lo largo de esa tarde no paraba de fijarme en ella.
Cuando ya iba oscureciendo, una amiga me dijo que fuese a un botellón, que era su cumpleaños, no perdía nada por ir.
Nos reunimos en grupos más pequeños y en algún momento, acabé en el mismo grupo de aquella chica.


-Hey, ¿cómo te llamas?- estaba muy absorto de todos y no me di cuenta de que me hablaban a mí.

-Hola, soy Salem, ¿y tú?

-Soy Esvetlana y esta es mi sobrina, Silvia- un momento, ¿su sobrina?

-¿Cómo? No me cuadra.

-Bueno, yo tengo dieciocho y Silvia trece.

-¿¡Trece!? Sólo con verla pensaba que tendría diecisiete.

-Que va, bueno, perdona es que no conocemos a casi nadie, ¿puedes cuidar de mi sobrina?

-Vale...


Que shock más grande, que tiene trece... y ahora me toca cuidarla y ni la conozco.
Nos fuimos a un parque apartado para beber y esas cosas, yo me fui hablando con Silvia. Los dos íbamos muy distraidos hablando sólo entre nosotros y unos cien metros después, le tuve que coger de la sudadera, casi cruza un semáforo en rojo justo cuando un coche pasaba a centímetros de ella.


-Te acabo de conocer y ya te he salvado la vida.


Seguimos el camino, Silvia y yo seguíamos hablando sólo los dos, esta vez sin correr riesgos de ser atropellados. Unos minutos después llegamos al parque, era medianoche y estaba vacío. Se empezaron a repartir vasos a la gente y a servir alcohol, cuando fui, sólo quedaba un vaso y casi nada de alcohol, así que serví un vaso para Esvetlana, Silvia y yo, que nos habíamos quedado sentados en una roca, apartados del resto que se emborrachaban a una velocidad sorprendente.
Los tres nos quedamos hablando y mirando al cielo, era como si nos conociésemos de hace mucho, cuando sólo era de hace una hora.


-Mira Esvet, ¡esa estrella se mueve!

-Es un ovni- pensaba que la tía era más lista por eso de ser mayor...

-Eh, eso es un avión.

-¿Qué dices Salem?

-Que sí, o vais bebidas y sois ciegas.


Un rato después nos acercamos al grupo, fue traumático, todos se liaban con todos, todos eran bisexuales, parecía una orgía sin sexo...
 Decidimos irnos con un chico que acabábamos de conocer esa noche y otra chica que decía ser lesbiana, pero que estaba liado con ese chico... al menos no iban borrachos ni cachondos perdidos.
 Nos quedamos en un portal, al lado del bareto de rock al que solía ir siempre con unos amigos, a los cual me encontré, al rato llegaron los de la "orgía" borrachos perdidos.
Todo el mundo buscó un sitio para sentarse, el suelo, un potal, todo valía. Silvia y yo nos sentamos en el capo de un coche, creo que no nos separábamos en ningún momento desde que me la presentaron.
También se sentó mi amiga del piercing, que iba muy borracha e intento tirarse sobre mí...


-¡Quita, quita! Borrachas no.


Silvia se descojonaba de como empujaba a mi amiga para alejarla de mí.
El tiempo pasaba y mis amigos se acercaron y me regalaron hierba, así que me puse a fumar.



-¡Como le des a mi sobrina te mato!- Esvet me gritaba a lo lejos, ella estaba con su ligue de esa noche.

-Silvia, no me mires así que no te pienso dar.


Seguía fumando y hablando con Silvia, básicamente nos reíamos de los borrachosy su libertinage.
Me empezaba a hacer efecto la hierba, pero por suerte nunca me causaba gran cosa, en un momento me quedé pensando en darle a Silvia...


-Silvia, ven que te paso el humo, así no se te notará- la cogí del cuello y me acerqué hasta casi tocarnos...


Eran a penas las dos de la madrugada, Silvia y Esvet tenían que irse; Daniela, la que habíamos conocido también, yo dedicí irme también ya que tenía partido a la mañana siguiente. Nos fuimos los cuatro a la misma parada del bus, yo le dejé mi sudadera a Daniela porque tenía frío, luego me subí en el bus con Esvet y Silvia para volver a nuestro pueblo.
Varias paradas después nos despedimos y ellas bajaron del bus..."


-En resumen, soy preciosa.

-Que ego que tienes Silvia.

-Eh, es lo que has dicho que pensabas al verme por primera vez...

-Si lo llego a saber, me alejaba de ti esa noche.


-Me adoras.

-Tira anda, que nos esperan para cenar y tomar las uvas.

-¡Noche vieja!