XXI
Dos días después de aquel concierto de año nuevo en el Liceo con Silvia, me había ido un fin de semana con Samuel a Madrid, nos habíamos ido a un par de conciertos y volvimos el domingo.
Al llegar se veía la casa muy vacía, se echaba en falta a Silvia, que ya había vuelto a su casa, después de estar una semana viviendo conmigo.
Decidí llamarla, pero no me contestaba, me colgaba siempre. Entonces decidí llamar a Esvetlana, a ver que pasaba.
-Dígame- se le escuchaba recién despierta a Esvet.
-Aloja, soy Salem.
-¿Qué pasa gato?
-¿Y Silvia?, la he llamado pero no me lo coge, pasa de mis llamadas.
-Está cabreada contigo, no sé la razón, espera te la paso.
-Vale.
-¿Hola?- se le escuchaba cabreada a la pequeña.
-¿Silvia, qué pasa?
-Nada, no me pasa absolutamente nada.
-Venga Silvia, dímelo.
-Fui a tu casa este fin de semana, y no estabas. Luego me encontré con tu vecina, me dijo que siempre iban chicas a tu casa, que siempre estás con muchas.
-¿Pero qué?
-Decidí irme, no quería ser una de sas, ni parecerlo.
-Pero Silvia, te has pasado todos los fines de semana en mi casa, desde que salías de clase los viernes, te ibas a comer y pasabas la mayoría del tiempo allí.
-Prefiero no hablarte Salem.
-Silvia, ¿estás segura?
-Sí, no quiero ser como las otras.
-La verdad es que no eres como nadie, eres tan tú, tan única.
-Déjalo, prefiero no verte.
-Vale Silvia, es lo que tú quieres.
-Adiós- me colgó, sin más.
La pequeña se había marchado bruscamente de mi vida, dejando un tremendo vacío y soledad en mí.
Me quedé en el sofá durante horas, sin hacer otra cosa que no sea estar con Coco y Salem Junior, aqueñ gato negro, callejero y violento.
De alguna manera, esos animales me hicieron compañía, como si fuesen conscientes del vacío que tenía.
El año empezaba de la peor manera posible. Solo, con el piso vacío y oscuro, sin esa alegría y locura de Silvia.
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