miércoles, 19 de noviembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXI.

XXI

 

Dos días después de aquel concierto de año nuevo en el Liceo con Silvia, me había ido un fin de semana con Samuel a Madrid, nos habíamos ido a un par de conciertos y volvimos el domingo.
Al llegar se veía la casa muy vacía, se echaba en falta a Silvia, que ya había vuelto a su casa, después de estar una semana viviendo conmigo.
Decidí llamarla, pero no me contestaba, me colgaba siempre. Entonces decidí llamar a Esvetlana, a ver que pasaba.


-Dígame- se le escuchaba recién despierta a Esvet.

-Aloja, soy Salem.

-¿Qué pasa gato?

-¿Y Silvia?, la he llamado pero no me lo coge, pasa de mis llamadas.

-Está cabreada contigo, no sé la razón, espera te la paso.

-Vale.

-¿Hola?- se le escuchaba cabreada a la pequeña.

-¿Silvia, qué pasa?

-Nada, no me pasa absolutamente nada.

-Venga Silvia, dímelo.

-Fui a tu casa este fin de semana, y no estabas. Luego me encontré con tu vecina, me dijo que siempre iban chicas a tu casa, que siempre estás con muchas.

-¿Pero qué?

-Decidí irme, no quería ser una de sas, ni parecerlo.

-Pero Silvia, te has pasado todos los fines de semana en mi casa, desde que salías de clase los viernes, te ibas a comer y pasabas la mayoría del tiempo allí.

-Prefiero no hablarte Salem.

-Silvia, ¿estás segura?

-Sí, no quiero ser como las otras.

-La verdad es que no eres como nadie, eres tan tú, tan única.

-Déjalo, prefiero no verte.

-Vale Silvia, es lo que tú quieres.

-Adiós- me colgó, sin más.


La pequeña se había marchado bruscamente de mi vida, dejando un tremendo vacío y soledad en mí.
Me quedé en el sofá durante horas, sin hacer otra cosa que no sea estar con Coco y Salem Junior, aqueñ gato negro, callejero y violento.
De alguna manera, esos animales me hicieron compañía, como si fuesen conscientes del vacío que tenía.
El año empezaba de la peor manera posible. Solo, con el piso vacío y oscuro, sin esa alegría y locura de Silvia.

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