jueves, 19 de febrero de 2015

Spaghettis para Silvia XXVIII.

XXVIII




Por fin el dichoso sábado de carnaval, salíamos Lee; Sam; Silvia y yo, el resto no nos habíamos vuelto a reunir desde noche vieja, se les echaba de menos, pero no quitaba que fuésemos a pasarlo mal.
Conseguí el milagro de que Silvia fuese disfrazada, de hecho, los cuatro íbamos con el mismo tema, éramos un cuento con patas y algunas cervezas.
Para variar, ya habíamos empezado a beber cervezas en casa.


-¡Esa Caperucita sexy!

-Panda de degenerados- sí, conseguimos disfrazar a Silvia de Caperucita.

-¡Qué viene el lobo, que viene el lobo!

-¿Me lo dices a mí, Sam?

-No, se lo digo a Caperucita, que ha sufrido una metamorfosis, no te jode- como era evidente yo iba a ser el lobo y Sam...era un buen papel para él- por cierto, ¿a qué estoy guapa de abuelita?

-Preciosa, ¿dónde mierdas está Lee?

-¿El cazador? Estará comiendo- sí, estaba comiendo- voy a buscarlo.


Me quedé tirado en el sofá cerveza en mano junto a Silvia, que estaba jugando a la consola, siempre que venía, se enganchaba.
Siendo sincero, eso de Caperucita sexy, joder  que si era verdad.


-Salem, aúlla para mí como buen lobo.

-Tú ríete, pero voy a ser el lobo que te robe la cesta...


Nos fuimos los cuatro a coger el metro para llegar al centro e irnos de local en local, Sam y Lee se distrajeron hablando con dos chicas, por otra parte, Silvia y yo nos sentamos bastante apartados, siempre con un auricular cada uno y ella apoyándose en mi hombro, era una buena manera de aislarnos juntos de toda la gente de alrededor.
Al cabo de unas paradas, llegamos y nos dispusimos a ir de local en loca.
Al salir por la boca de metro teníamos una estampa bastante rara, con Caperucita sexy, el lobo con gafas de sol, la abuela también con gafas de sol y dando saltos abrazado al cazador y con una botella de vodka en la mano.
Fuimos al primer local, y lo primero que hice fue pedir para Silvia y para mí.


-Ponme seis chupitos de absenta, dos de cincuenta, setenta y noventa grados, ah, y un vaso de agua para la niña- la camarera se quedó mirando y tratando de averiguar que me pasaba en la cabeza.

-¡Eh, a mí no quieras envenenarme!

-Venga Silvia, esto entra como si fuese agua.

-Una mierda.

-Que es verdad, otra cosa es que luego te mate por dentro, luego te acostumbras.


Con un chupito en mano cada uno, empezamos con ese castigo inventado por mí que decidí llamar "La escalera al infierno".
Al acabar, no sé cómo aguanté de pie, pero lo hice, y lo que es peor, no sé cómo esos tres chupitos se quedaron dentro de mí. Silvia tardo un poco más en acabarlos, poco tardó en engancharse al vaso de agua, débil...
Seguimos los cuatro con la fiesta, íbamos de local en local, los otros dos seguían abrazados, creo que entre ellos se mantenían e pie, pero eso de que "la unión hace la fuerza" no funcionaba con estos dos...
Poco tiempo durábamos en un local, siempre queríamos ir a otro, así que era un chupito y nos íbamos. Mucho menos duraríamos en el siguiente local.
Entramos y sin darme cuenta antes de llegar a la barra, alguien había dicho algo nada más verme y Silvia lo había escuchado, sin saber por qué, ella había salido y yo detrás de ella.


-¿Qué ha pasado?- ella pasaba de mirarme.

-Alguien dentro ha dicho que ya estabas con otra...

-¿Qué dices?

-Mejor me voy ya.

-Joder Silvia, no te vayas, esta noche está siendo jodidamente perfecta y no quiero quedarme sin ti por un comentario que ni es verdad.

-Déjalo, me voy a casa antes de que sea peor y sepa más cosas.

-Joder, no sabes lo qué significas para mí, no sería tan idiota de hacerte algo malo- poco caso me hizo, ni siquiera me volvió a mirar y se fue.


Entré al local para avisar a los otros dos que tenía que irme urgente, no iban muy decentes pero al menos se enteraron de algo.
Salí corriendo de aquel lugar intento esquivar gente sin perder a Silvia que estaba más adelante.
Todo el jodido mundo de por medio, cuando la persona que quería que estuviese solamente en ese momento, estaba a un par de metros y se alejaba cada vez más.
La vi entrar en la boca del metro, llegué como pude y bajé corriendo a ver si conseguía alcanzarla, me metí en el metro que la dejaba cerca de casa, estaba totalmente vacío y ya había iniciado su camino.
Por segunda vez, sin hacer nada, la había vuelto a cagar, había vuelto a perder esa dosis de felicidad que tenía mi vida en esta ciudad, la jodida niña que me hace ir arriba, alto y muy lejos, se había vuelto a ir de mi vida, y ahora estaba prácticamente sólo en el metro, más abajo que nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario