miércoles, 4 de febrero de 2015

Spaghettis para Silvia XXVII.

XXVII.



Seguía cada vez más cerca el carnaval y yo, seguía intentando convencer a Silvia para que se disfrazase conmigo, también seguíamos con la tradición de que ella se viniese a comer cada viernes, es algo que nunca falla desde aquella discusión.
Por lo visto, a parte de Silvia, vendría a comer Sam, al menos eso me dijo esta mañana, el muy cabrón se había ido a vivir a Málaga junto a Lee y venía a visitarme todo el fin de semana.
Me dispuse a eso de la una del mediodía a preparar la comida para los tres, mientras tanto escuchaba el disco de El lado de los rebeldes, de La Raíz, esa jodida música era motivación pura.
Al cabo de quince minutos habían tocado al timbre, al abrir me abordaron los dos nuevos hijos adoptivos de Málaga, los muy cabezones venían cargados de cerveza, para variar.


-Traemos rubias frías, que para caliente ya han de estar otras cosas- no sé como hacía Lee para hacer todo más obsceno.

-Panda de inútiles, ya sabéis que estáis en casa, así que entrad ya, que estoy cocinando.

-¡Comida!- creo que Sam, era el que más arrasaba con mi despensa.


A los diez minutos después, llegó Silvia con toda la hiperactividad del mundo, y con hambre, eso sí.
Entraba directamente al sofá, al darse cuenta de que estaban los demás en la cocina, se levantó y se vino conmigo, o quizás sería para comer cuanto antes, ambas opciones eran factibles.
Saludo y lo primero que hizo fue coger mi móvil para poner Green Valley.
En resumen, éramos mis dos mejores amigos, la pequeña Silvia, pollo frito y reggae de fondo, el hecho de que estos cabezones hubiesen traído cerveza, lo hacía mejor aún.


-¿Qué tal el cole, pequeña Silvia?- empezábamos a vacilar.

-Maldito Salem, no soy una cría- picarla era muy fácil.

-Es con cariño, bullying aparte, ¿nos disfrazamos o qué?

-Te he dicho que no.

-Silvia, no seas cruel, no le quites el cachondeo de disfrazarse de alguna tontería.

-Gracias por el apoyo Samuel. Venga Silvi, ¿qué te parece tú de lobo y yo de caperucita?

-Dios sí, y yo de abuelita, por favor- al escuchar decir eso al jodido Lee, no pudimos evitar descojonarnos del panorama que podría ser.

-Vosotros estáis fatal, a ver sois tres, así que los tres os podéis disfrazar juntos.

-Ojalá, pero estos cabezonas se vuelven a Málaga.

-Sí, que Sam tiene que ver a la novia.

-¿Qué novia?, que me tenga que decir Lee que tienes novia y no me lo digas tú, me parece indignante.

-Que no es mi novia, soy su Toy Boy, en todo caso.

-A ver Sam, ¿me estás diciendo que estás saliendo con una mayor que tú? y si es así, ¿cuanto de mayor?

-Pues a ver, ella tiene veintitrés, así que son cinco años de diferencia.

-¡Ese es mi campeoón!- Lee le abrazaba orgulloso.

-Eh, un momento- Silvia se había perdido- ¿entonces tienes diecisiete?

-Muy bien, toma una galleta.

-Salem, deja de ser tan cruel- de regalo una patada de Silvia.

-Violenta, eso es lo que eres. A ver, Sam es el pequeño de los tres, los adoptamos antes de que una vieja lo cambiase por un botijo.

-Eh.

-Sam, deja que contemos nosotros la historia, joder. Es broma, es un año menor, pero aún así le queremos, de hecho, tratamos de adiestrarlo.

-Joputa.

-Y eso, pequeña Silvia, es amor de hermanos. Bueno Sam, cuéntanos.

-¿Qué quieres que te diga?

-Pues como va la bolsa de Nueva York, no te jode, que tonto eres hijo.

-Pues a ver, se llama Lola, hace ballet, y lo mejor de todo, tiene novio.

-Lee, por favor, ayúdame a levantarle un altar a éste tío.

-¿Pero cómo cojones sois así?- la pequeña se indignaba- Sam, a mí me haces eso y te castro.

-Eh, eh, eh, ¿vosotros desde cuando salís?

-Desde nunca Lee.

-Ya le gustaría salir conmigo- Silvia no podía evitar reirse.


Pasamos bastante rato en la cocina entre comer y hablar, y beber, y escuchar reggae, y vacilarnos mutuamente.
Luego, más o menos a las cuatro de la tarde nos fuimos jugar a la play los cuatro, más viciados y competitivos no podíamos ser, joder.
Nos matábamos a lo loco, sin respeto alguno, ahí no había amistad alguna a la hora de jugar.


-¡Eh, eso no es legal!

-Silvia, deja de quejarte y juega, que vas perdiendo.

-Una mierda, va perdiendo Sam, Lee va ganando, joder.

-Claro, ahora como soy el asiático, soy un experto de nacimiento, pues tenéis razón y os jodéis.


Esa situación se basaba en insultos unos a otros, siempre con todo el cariño del mundo, eso nunca faltaba en nosotros.
Al cabo de tres horas viciados, decidimos volver a comer algo, y joder, me dejaron sin galletas ni yogur, los muy perros.


-Salem, ¿me puedes dejar el pc?

-Todo tuyo Sam, ¿para qué lo quieres?

-Hacer skype un momento con esta chica.

-¡Oh, eso quiero verlo!

-No, no me jodáis, que me apetece hablar con ella.

-¡Eso es amor!

-¿Cómo coño nos ha escuchado el maldito japonés si está en la cocina?

-Es raro, déjale.

-Pero tiene razón, eso es amor, del  malo, pero amor.

-Relaja, eso no es nada.


Sam se puso a hacer una videollamada con su chica, de vez en cuando nos asomábamos para ver el panorama, pero Silvia, Lee y yo estabamos en la cocina para no molestar. Quisimos dejarle tranquilo, sólo de momento...


-Bueno Lee, ¿y tú qué?

-¿De qué?

-¿Con quien estás?

-¿Yo? Eso un caballero no lo dice.

-¿Por qué inventas?

-Por si cuela, joder, no estoy en nada serio, quizás dos chicas, pero no sé que hacer.


Seguíamos con la merienda y hablando de lo nuestro, también sobre qué tal le iba a Silvia con sus cutre amigos de clase.
Una media hora después, quisimos formar parte de la conversación de skype, sólo por joder.
Planeábamos algo entretenido, para no quedar indiferentes.


-Venga, salimos en cuanto empiece la parte buena de la canción.

-Dale, pero bailamos, eh.

-Sois malos amigos.

-Silvia, tú haz la cuenta atrás.

-Bueno, tres; dos; uno...


Salimos de la cocina corriendo y nos tiramos sobre Samuel cantando y gritando "¡María marihuana yo te adoro!", nos tiramos tan a lo loco que el sofá volcó hacia atrás y los tres nos la pegamos como nunca.



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