martes, 2 de diciembre de 2014

Spaghettis para Silvia XXIII.

XXIII

 

 

Era principios de febrero, mi vida había seguido igual de monótona, lo único bueno era qué me había vuelto a encontrar con Rebeca aquella noche de enero en la biblioteca, y desde ese día, me había acostumbrado a ir con ella. A veces estábamos los dos solos, otras veces estaba su novia y los tres lo pasábamos bien.
Esta tarde saldría a dar una vuelta por el centro con Rebeca, luego iríamos de cena con su novia y una amiga suya.
Hacía frío, y las calles ya no tenía los adornos de navidad, pero aún así, las calles de la ciudad tenía mucha luz, mucha gente de un lado a otro.
Rebeca iba con un gorrito pequeño tapando parte de su largo pelo castaño, en las manos llevaba un café, más que para beber, lo usaba para calentarse las manos.
Nos dedicábamos a zigzaguear entre la multitud, viendo a ver cual de los dos era el primero en chocar con alguien y acabar pidiendo perdón.


-Sonríe cabezón- era lo qué más me repetía ella el último mes.

-Ya lo hago.

-Eso es muy poco, me merezco una mejor sonrisa.

-Bueno, me lo pensaré.

-Venga hombre, que tú siempre has sido feliz, no sé como cojones lo haces, pero siempre te veo de buen humor.

-Se hace lo que se puede, ¿para qué voy a estar mal?

-Y menos por alguien que se fue de tu vida hace un mes.

-Bueno, si es lo mejor para ella.

-Lo mejor para cualquier persona, tenlo claro, eres tú.

-Ya podrías ser mi novia, ¿hay posibilidades de cambiarte de acera?

-Tú siempre, otra cosa es que Laura te castre.

-Tranquila, te adoro a ti y a tu novia.

-Mentira, a ti lo que más te gusta es compartir gustos con nosotras.

-También.


Pasaban las horas y ya había anochecido, trataba de seguir el gorrito de Rebeca entre la multitud, a veces nos perdíamos mutuamente entre tanta gente.
Nos paramos unos minutos ya qué me había encontrado a dos amigas, Rebeca se presentó y se sentó con una de ellas, yo me quedé hablando con una de ellas, con la cual había algo de roce.
Diez minutos después nos despdedimos con un abrazo, Rebeca y yo seguimos con nuestro camino.


-Es muy guapa, me gusta para ti.

-¿Para mí o para ti?

-Para ti, que yo ya tengo a mi sociópata.

-No llames eso a tu novia.

-¡Juro que la quiero!. Bueno, ¿harás algo con ella?

-No, no quiero nada.


Ella intentaba siempre juntarme con alguien, era  lo que se dedicaba la mayoría de las veces que quedaba conmigo.
Solamente había pasado minuto y medio desde que me despedí y habíamos recorrido una avenida cuando giramos una esquina y allí estaba ella...


-¡Salem!- no me había dado tiempo a reaccionar y ya tenía a Silvia enganchada a mí, ni ella podía dejar de abrazarme, ni yo a ella.

-Joder, que recibimiento.

-¿Qué, es tu nueva follamiga?- se había fijado en Rebeca, y eso me lo había dicho al oído mientras aún me abrazaba.

-Joder Silvia, no- no pude evitar reírme- ella es Rebeca una de mis mejores amigas.

-Hola- Rebeca ponía cara de buena y sonreía, así siempre caía bien- encantada.


Me había sorprendido encontrarme a Silvia con Esvet y un viejo amigo por el centro, lo qué más me había sorprendido, era el abrazo que me dió Silvia nada más girar la esquina.
Cruzamos la calle y nos quedamos en unos banco hablando Silvia, Esvet, Rebeca y yo.
A los pocos minutos, una amiga me llamaba a lo lejos, me aparte un poco a saludarla y a hablar con ella mientras Rebeca conocía a Silvia y a Esvet.
Unos cinco minutos después venía Silvia para decirme que fuese con ellas.


-Salem vente- ella me tiraba del brazo intentado llevarme.

-Un minuto y me despido.

-¡Que vengas!- después de eso me dió una patada, no me quedo otra que despedirme e irme con Silvia al banco.


Ella se sentó y yo me puse en cuclillas delante de ella, me apoyé en sus piernas y no podía dejar de mirar a sus ojos azules.
Era algo muy bonito, poco más, y en la escena faltaba un anillo.
Me gustaba quedarme mirando a Silvia a los ojos, cuando lo hacía, al poco rato ella se reía.


-¡Salem, que temos que ir a la cena!

-Joder, es verdad; Silvi nosotros tenemos que irnos.

-¿Tan pronto?

-Sí, teníamos una cena ya pendiente.


Me dió un abrazo, claramente yo no quería soltarla, pero teníamos prisa, bastate, que la novia de Rebeca siempre nos decía llegábamos tarde a todo, así que apostabamos a qué hoy no lo haríamos.
Rebeca y yo nos fuimos corriendo para evitar pagar la cena, pero poco me importaba después de haberme encontrado a Silvia después de un mes.


-¡Salem, me encanta!

-¿Qué o quién?

-Silvia, es monísima, se ve que está muy enamorada de ti, y tú de ella.

-Calla y corre.

-Que sí joder, yo quiero que acabes estando con ella- Rebeca buscando siempre lo mejor para mí...

No hay comentarios:

Publicar un comentario