III
<<...la felicidad es un estado de bienestar originado por algo positivo>>.
No sé por qué defino la felicidad si estoy escaso de ella y probablemente la defina mal.
-Salem, ¿que puede originar la felicidad?- me preguntaba él típico profesor de cincuenta y pocos con gafas.
-Un suceso positivo que te suceda a ti o a alguien cercado, o que hagas por otra persona.
-Ejemplo- continuaba el profesor.
-Un acto altruista.
-¿No es afán de parecer buena persona?- por lo visto me soltaba preguntas como un boxeador a su rival que está contra las cuerdas.
-No, en todo caso sentirse bien con uno mismo.
-Más ejemplos- hoy estaba exigente conmigo.
-Viajando sería feliz.
-El dinero paga esos viajes, ergo, el dinero da la felicidad.
-Para nada, yo viajo haciendo autoestop.
-Otra pregunta- él se divertía intentando dejarme sin argumento alguno- ¿eres feliz cuando tienes lo que quieres?
-Lo material sólo te da una falsa felicidad que desaparecerá en cuanto quieras algo mejor, quizás puedo ser feliz estando con quien quiero.
-¿Estando con quién quieres?, curioso, ¿no sería idealización?
-Idealización es sentarme junto a Marlén, sus apuntes apuntes son ideales para mí.
-¡Eh cabrón!- saltaba Marlen que se sentaba a mi derecha.
-Genial, ha respondido a todo y ha soltado una pulla a su amiga que se estaba quedando dormida, sería usted un buen alumno si no fuese tan vago.
-Gracias jefe.
-Menos flores- era raro escucharle decir algo bueno a ese profesor- la semana que viene examen sorpresa.
-Si nos lo dice no es sorpresa- se apresuraba a decir Marlén.
-He dicho cuando, pero no que entra- se notaba que disfrutaba- Salem, quédese por favor.
Me había sentido cómodo hoy en clase, de hecho, toda la clase había girado en torno a preguntas dirigidas hacia mí.
Por una vez que voy y hago de alumno ejemplar, me tocaba quedarme tiempo extra con el profesor.
-¿Qué hace usted en Barcelona?- empezaba bien la conversación.
-¿Cómo dice?
-¿Cómo llegó a aquí?
-Haciendo autoestop, ya se lo he dicho.
-Me refiero a que le hizo venirse a esta ciudad.
-La verdad, me había enamorado de la ciudad hace unos años, y me dieron la oportunidad de venir.
-¿Oportunidad?
-En mayo del año pasado estuve tres días, el último antes de volver a mi ciudad, mientras yo tocaba el ukelele por las calles, conocí un director de teatro. Estuvimos varias horas vagando por la ciudad, él me contaba como era la vida y que ventajas podría sacar. Me propuso quedarme un día más, así me presentaría gente que me ayudaría a instalarme y encontrar un trabajo. Y aquí estoy.
-Claro, entre volver a casa o irse con un desconocido, prefirió al extraño, no sé si es valiente o estúpido.
-Sabe, las personas no hacen las cosas por ser valientes o cobardes, hay valientes que no hacen nada y cobardes que hacen mucho. Para mí, las personas son decididas.
-Entonces usted es decidido.
-Sinceramente, no tengo nada decidido en mi vida.
-¿Qué le gustaría hacer?
-Llegar a embajador.
-¿Sabe que es un trabajo complicado en el que al mínimo error puede dañar una relación entre dos naciones?
-Lo he pensado mucho y he tenido todo en cuenta.
-Responsabilidad ante todo.
-Soy el alumno más irresponsable que pueda tener en toda su vida.
-Eso ya lo he comprobado- él estaba bastante atento a lo que contaba- ¿bien por Barna?
-Sí, gracias a mi "padrino", conocí a mucha gente que me dieron oportunidades.
-¿Qué confianza tiene en las personas para hacer eso?
-Ninguna, la tengo toda en mí.
-Entiendo muchas cosas de esta vida, pero a usted, es imposible de entender.
-Señor, tiene toda la razón.
-¿Trabaja?
-Sí, en un pub por el barrio de Gracia.
-Iré a visitarle, a ver si allí me atiende mejor de camarero que de alumno.
-Allí me pagan.
Salí del centro con una gran confianza. Todo había mejorado tras la charla, un alumno mantenía en vilo a un profesor. Él me había prestado más atención que la que yo le haya prestado en meses.
Marlen me esperaba en un bar para tomarnos algo, seguro que querría cotillear sobre la charla.
-¿Qué tal el sermón- preguntaba ella con su cerveza en la mano.
-Sin palabras- le decía mientras buscaba al camarero con la mirada.
-¿Tanto te ha sorprendido?
-¡Le he sorprendido!- le decía enfatizando el "he"-¡Camarero, una pinta!
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