jueves, 10 de abril de 2014

Spaghettis para Silvia VII.

VII.

 

Nuevamente viernes, otra vez me tocaba cocinar para Silvia.
Sinceramente, no tengo ni idea de que cocinar, me tocaría pensar la razón por la que me visita cada viernes. Una chica de su edad tendría más cosas que hacer, aparte de venir a exigirme que le cocine.
Otro pensamiento que tenía, era la idea del pequeño concierto en el pub.
Debía esperar a mi mejor amigo que se encargaría de la banda y, a una amiga suya que dirigiría el sonido.
Tanto a Silvia como a mi mejor amigo los había reunido hoy, a ver quien llegaba primero y cuanto estarían aquí. Sería un viernes muy largo.

Sonaba el timbre, esta vez, Silvia llegaba la primera, y auń no sabía que cocinar. Debía improvisar con lo que tengo en la cocina.


-¿Y mi comida?- me exigía nada más entrar.

-Se dice hola, ahora te cocino, así que calma.

-Tienes suerte que no te pida lo de siempre, esa era nuestro trato.

-Ten claro que no los haré.

-Ya te irás, ya, y me harás mis spaghettis a la carbonara.

-Te lo prometo, espero que llegue pronto ese día.


Fuimos a la cocina, tenía la esperanza de que hubiese lo suficiente para cocinar.


-¿Qué tienes para mí hoy?

-Con lo que hay, te podría preparar nachos con queso y carne.

-Suena bien, pero ahora me enseñas a prepararlos.

-Claro, yo aquí de profesor particular.

-Para mí lo eres.

-Me alegra saber que me utilizas.  


Empecé a preparar el material, la niña no dejaba de seguirme con la mirada, tratando de recordar lo que hacía.


-Silvia, esto es fácil, preparas carne picada, mientras en otra olla calientas la salsa con un poco de picante, luego los mezclas cuando esté la carne lista.
Coges un bol y pones los nachos, luego la carne con salsa y por último queso para fundir, así las veces que quieras, ¿entendido?


-Oído cocina.

-Pues venga, ponte a cocinar.

-Que no, que me cocinas tú.

-A eso se le llama aprender.


Silvia hizo un intento de cocinar ella, por otro lado, yo no sabía que ocurriría primero, que se quemase o si acabaría yo cocinando, creo que esperaría a que se quemase.


-A ver Silvia, cocino yo, tú abre la puerta que han tocado el  timbre.

-Menos mal.


Samuel había llegado y venía con su amiga para hablar del concierto.


-Sam.

-Señor Frodo.- respondía él como si nada.

-Cómo te pongas peliculero, te tiro una sarten.

-¿Qué culpa tengo que El señor de los anillos marcase mi infancia?

-Y pensar que tú  eres el listo de los dos.

-La duda ofende.

-Niño, no me plagies las frases. Pasa que estás en tu casa.

-¿Tienes rubia o morena?

-Hoy toca pelirroja.

-¿De qué habláis?- preguntaba Silvia algo perdida.

-De cerveza, ¿de qué sino?- respondía Sam- Salem, ¿quién es esta chica? que golfo.

-Tú siempre tan sutil, soy su niñero.

-¡Mentira!- se quejaba Silvia.

-¡Tensión, tensión!- el otro seguía igual de tonto que cuando lo dejé al irme- bueno, ella es Ariadna, una musa.

-Ya tardabas en presentar.


Samuel había traído a una chica alta, morena y de buen cuerpo. Daría buena imagen al pub para ese día.


-Bienvenida, si quieres algo, estás en tu casa.

-A ver Sam, eso debería decirlo yo- me quejaba.

-Tu casa, la mía, somos hermanos y compartimos.

-¿Compartimos? ¿Me das dinero?

-¡Eh! todo tiene un límite.

-Tu estupidez no.


Nuestra confianza era extrema, una confianza que obtuvimos después de haber vivido un año juntos.
No me había dado cuenta de que Silvia me había cogido del brazo y de vez en cuando miraba a Ariadna.


-¿Nerviosa por algo Silvia?

-¿Yo? para nada.


¿Podría ser que la pequeña estuviese celosa?

<<Puede ser no, ¡lo es!>>

Me imaginaba a Pato diciendo, se había colado en mi cabeza de manera muy rara, parecía mi conciencia.


-Salem- se dirigía hacia mí Samuel- ¿qué tal si hacemos eso para noche buena? sería después de todas las compras navideñas y así la gente estaría más relajada.

-Supongo que podríamos hacerlo por la tarde casi noche y luego hacer nuestra propia cena familiar con pavo navideño.

-¿Puedo meterle la mano por el culo al pavo?

-Eso Silvia, tú haz que sea más sórdido.

-¿Quienes vendrían?- me preguntaba Sam.

-Seríamos tu amiga Ariadna, Pato,  a ver si puede Esvetlana, peguntaré a Lee, tú y yo.

-¡Lee! que grandes recuerdos me trae.

-¿Quién es Lee?- nos preguntaba Ariadna.

-Es un colega nuestro, entre real e imaginario.

-¿Sois tontos o qué?

-Salem en ocasiones- decía Silvia que aprovechaba para meterse conmigo.

-A ver- empezaba Sam a explicar- hace unos años, nos inventamos a un amigo, con la intención de decir que íbamos a su casa a dormir y así irnos a un festival sin que nadie se enterase. Un par de días después de haberlo inventado, conocimos a un chico llamado Lee, con la coña del amigo imaginario nos hicimos buenos amigos.

-Éramos jóvenes y alocados.

-Salem, los seguís siendo- volvía a aprovecharse Silvia.

-Aún no nos has visto actuar- seguía Sam- aún recuerdo el día que Salem hizo llegar tarde a absolutamente todo el instituto. Sólo él y yo llegamos a tiempo.

-¡Eh! eso fue un accidente, mandé un mensaje con los horarios mal sin querer.

-Lo mejor era la cara de todos cuando esté cabrón entró por la puerta.

-Yo pienso que a vosotros os separaron desde la cuna- nos decía Ari- trágicamente os habéis vuelto a unir.

-¿Qué es lo más raro que habéis hecho?- preguntó Silvia.

Entonces Samuel y yo empezamos un listado de nuestras anécdotas bizarras, algo que jamás olvidamos.

-Quizás hacernos pasar por hermanos con unas alemanas.

-Puede que la cita doble todo el finde semana entero encerrados en casa de Salem.

-O la alemana que fue mi regalo de cumpleaños para Samuel.

-O los concierto que fuimos.

-O de fiesta cuando tu acabaste con una en un parque y yo en un baño.

-O provocando a mi ex y Salem a una amiga suya. para luego dejarlas con las ganas.

-O las fiestas con universitarios estadounidenses.

-O salvar a la chica del ataque de epilepsia en el barco.

-¿Qué tal de fiesta con muñeca hinchable que te regale para tu cumple?

-Vale, vale- nos cortó Ariadna- cada vez me dais mucho miedo.

-No seríamos felices sin cometer pecados.

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